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El extraordinario talento y la increíble voz de una de las estrellas de Hollywood, Whitney Houston, se ha apagó como muchas otras lo han hecho a lo largo de la historia no solo de esta industria de música y del cine sino también de la historia de la humanidad, cuando el hombre o la mujer han perecido a causa de las consecuencias del pecado.
Las líneas dedicadas a esta estrella de la música no solo secular sino que, en sus últimos días, también de baladas cristianas entonadas a nuestro Señor Jesucristo parten del hecho de que la pequeña Whitney, según el testimonio de su familia, de niña fue corista en una iglesia evangélica en Nueva Jersey.
Se puede uno imaginar a esa pequeña entonando himnos cristianos, con su potente voz, y bajo la gracia del Espíritu Santo. Su corazón alababa al Eterno Creador, su alma se deleitaba en la dulce presencia de nuestro Dios.
Pero llegó el día en que un productor de música le descubrió a Whitney y le ofreció contratos y una extraordinaria vida llena de fama y dinero. Estas líneas no son para criticar la vida de Houston pues si alguien no ha pecado en esta Tierra seguro estará mintiendo.
No obstante, es importante señalar que la pequeña Whitney fue sacada de esta iglesia y luego convertida en un ídolo en todo el mundo. Ella sucumbió ante las vanidades de la vida e incluso su vida personal aparentemente fue un infierno.
El dinero no te da la felicidad, tus hijos no te dan la felicidad, tu esposa o tu esposo no te da la felicidad, tu casa no te da la felicidad, tu talento no te da la felicidad, nada terrenal te puede dar la felicidad, pues aún en medio de riquezas y fama puedes encontrarte un día en medio de una profunda soledad cuestionando las razones de tu propia existencia, inmerso en oscuridad, en amargo llanto y desahogándote en las drogas, el alcohol, en la pornografía, el adulterio, o cualquier otro pecado. La única fuente de felicidad eterna es Dios, el único pilar que sostiene tu vida es el amor de Dios, todo lo demás es vanidad.
No importan los millones de dólares que poseas, no importa el gigantesco talento que Dios te haya dado, no solo con tus dones de voz, sino también tus talentos para los negocios, para el comercio, etc., dice la Santa Biblia, que del polvo fuimos formados y al polvo seremos tornados.
¿Qué hubiera pasado si Whitney se hubiera quedado en su iglesia? Seguramente aún escucharíamos sus preciosos conciertos de música cristiana donde ella alabaría al Eterno Creador por muchos años más.
Una noche antes de morir luego de un concierto secular ofrecido por otras personalidades de la música estadounidense, Whitney fue invitada a cantar a capela frente a un grupo de fans, y la canción que en ese momento ella entonó fue: Yes, Jesus Loves Me. Al día siguiente fue hallada muerta en su apartamento.
Efectivamente Jesús le amaba a Whitney y seguramente ella también a Él, pues a pocas horas de morir tenía únicamente en su corazón el anhelo de alabar a Dios, pero lo que había sembrado a lo largo de su vida, alcohol, drogas, etc., fue más grande de que lo que sembró en su relación con Dios, y al final, lo que ella misma sembró eso mismo cosechó.
La Santa Biblia nos enseña que Dios ama al pecador pero aborrece el pecado. Dios ama a Whitney Houston pero aborrece la vida que ella decidió vivir, por cualesquiera que hayan sido sus razones, la cual únicamente le llevó a la muerte.
Si tú también tienes una vida similar a la de Whitney, naciste en un hogar cristiano, alabaste al Señor con todas tus fuerzas, cuando fuiste un niño o niña, o en tu vida de joven o adulto encontraste tu verdadero amor en Cristo Jesús, hoy te invito a que no te apartes de sus caminos, sino más bien busca a Jesucristo con toda tu alma y todo tu ser, pues solo en Él hallarás, paz, felicidad, y vida eterna. Amén.
CARTA DEL DIRECTOR
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