¿Cómo es
el Cielo?
Por Charles Stanley
Ministerios en Contacto
Si usted preguntara a varias personas si creen que
hay un lugar llamado cielo, la mayoría probablemente le diría que sí. Pero si
les pregunta cómo es o cómo se puede llegar allá, sospecho que recibiría
diversas respuestas. Aunque muchas personas se aferran a la creencia en el
cielo, y esperan ir allá cuando mueran, muy pocas tienen una idea precisa del
mismo.
Ya que los seres humanos estamos atados a la tierra
hasta la muerte, son frecuentes los conceptos errados acerca del cielo. Algunas
personas lo imaginan como un lugar donde flotan espíritus amorfos, o donde hay
ángeles sentados en nubes tocando arpas. Y las películas presentan su propia
versión de lo que nos espera.
En medio de todas las opiniones confusas y
contradictorias, debemos recordar que la única fuente segura de información
precisa sobre el cielo es la Biblia. Dios nos da en sus páginas destellos de
escenas celestiales. Aunque podamos anhelar tener más detalles y descripciones,
el Señor ha revelado lo que Él quiere que sepamos y, muy probablemente, lo que
podemos entender. Nuestras limitaciones humanas nos impiden comprender
adecuadamente la gloria inimaginable que hay arriba. No tenemos ningún marco de
referencia para entender todo lo que Dios ha preparado para nosotros (1 Co 2.
9). Muchas veces tenemos más preguntas que respuestas.
¿CÓMO PUEDO LLEGAR AL CIELO?
La Biblia dice claramente que después de la muerte
solo hay dos posibles destinos para la humanidad: el cielo o el infierno. En
una historia que contrasta vívidamente el bienestar del paraíso con el tormento
del infierno, Cristo dijo que cambiar de lugar es imposible (Lc 16.19-31).
Sabiendo esto, sería una insensatez ignorar la Palabra de Dios, y arriesgarse a
confiar en nuestras propias ideas acerca de cómo llegar al cielo.
Muchas personas piensan que su destino eterno depende
de la manera en que se comporten. Si son más las buenas obras que las malas,
creen que Dios les aceptará. Pero el Señor dice que todas nuestras buenas obras
son “como trapo de inmundicia” ante Él (Is 64.6). Ya que todos somos pecadores
por naturaleza, no estamos calificados para entrar en la santa morada de Dios.
Nuestra entrada en el cielo no depende de lo buenos
que seamos; lo que importa es lo bueno que es Cristo, y lo que Él hizo por
nosotros. El Señor vivió una vida absolutamente perfecta y pagó el castigo por
nuestros pecados al morir en nuestro lugar. Quienes creen esto y aceptan el
pago que Él hizo a su favor, reciben un boleto al cielo que jamás podrá ser
invalidado.
¿POR QUÉ DEBERÍA ESTAR INTERESADO EN EL CIELO?
Algunos cristianos se contentan simplemente con
saber que estarán seguros por la eternidad. Por supuesto, quieren experimentar
las glorias de arriba, pero no ven ninguna conexión inmediata entre sus vidas
cotidianas y su destino futuro. Por tanto, no sienten el deseo de saber más
sobre el cielo. Pero Cristo quiere que los creyentes sepan cuál es “la
esperanza a que él (nos) ha llamado, y… la gloria de su herencia en los santos”
(Ef 1.18).
El cielo es nuestro hogar futuro. Allí es donde
está nuestra ciudadanía; somos solo transeúntes en la tierra. Toda una vida
aquí parecerá un simple soplo en comparación con la eternidad. Siempre que
usted lea un pasaje bíblico que describa una escena o actividad celestial,
inclúyase en ellas, porque esa será su realidad. Las puertas del cielo y las
calles de oro no son un cuento de hadas. Algún día usted pasará por esas
puertas, caminará por esas calles, y verá cara a cara al Señor.
Esta morada eterna será el hogar de todos los hijos
de Dios. Nos encontraremos con los santos de todos los siglos, y nos reuniremos
con nuestros seres queridos que fueron salvos. Y esta reunión será mucho mejor
que cualquier otra que hayamos experimentado antes. No habrá conflictos ni
malentendidos; solo la comunión ideal y el amor perfecto que todos anhelamos.
Pero la razón más importante para saber más acerca
del cielo, es porque es la morada de Dios. Finalmente estaremos en presencia de
Aquel que murió por nosotros. Durante todos nuestros años terrenales le hemos
amado y servido, pero en la eternidad nuestra fe se convertirá en vista. El
pecado que nos impedía tener comunión perfecta con el Señor, nunca más nos
volverá a estorbar.
¿CÓMO ES EL CIELO?
Por haber venido Jesús del Padre a la tierra, Él
tenía un conocimiento de primera mano de nuestro glorioso hogar futuro. Poco
antes de morir, Jesús dijo a sus discípulos que estaba regresando a casa de su
Padre a preparar un lugar para ellos, y que regresaría para llevarlos a su
nuevo hogar (Jn 14.1-3). Desde ese día, los cristianos a lo largo de la
historia han estado esperando su regreso.
Cuando un creyente muere, su alma es llevada de
inmediato a la presencia del Señor para experimentar todos los goces y la
comodidad del cielo (2 Co 5.6-9). Cristo vendrá con ellos cuando vuelva por su
iglesia, y sus almas se unirán con cuerpos resucitados imperecederos (1 Ts
4.13-17). Quienes estemos vivos en ese momento seremos transformados; nuestros
cuerpos, antes débiles, mortales y pecaminosos, se volverán gloriosos,
inmortales y perfectos.
Lo mejor de nuestros nuevos cuerpos, es que estarán
libres del pecado y de su maldición. Nunca más experimentaremos lucha interior
para obedecer al Señor, ni viviremos con el dolor, el sufrimiento y la muerte
como resultado de la caída de la humanidad.
Muchos años después de que Juan escuchara la
promesa de Cristo de ir a preparar un lugar para los suyos, tuvo una visión del
futuro. Vio un cielo nuevo cielo y una tierra nueva que habían sido purificados
por completo de todo pecado. De pie sobre una alta montaña, vio a la Nueva
Jerusalén descender del cielo. El lugar prometido estaba listo y preparado. Lo
que vio estaba más allá de cualquier descripción humana, pero Juan se esmeró
por poner esta visión celestial en lenguaje terrenal (Ap 21.1–22.5).
El brillo de la gloria de Dios resplandecía de la
estructura, y sus fundamentos brillaban con diversos colores de piedras
preciosas. Las puertas estaban hechas de perlas, y las calles eran de oro. Esta
ciudad había sido diseñada por el Señor como el lugar donde Él y la humanidad
compartirían relación estrecha y perfecta para siempre.
Aunque podemos tener dificultades para imaginar la
estructura física de esta ciudad, no tenemos ningún problema para entender el
significado de las cosas que no estarán en la Nueva Jerusalén. No habrá dolor,
ni lágrimas, ni luto, ni muerte. Toda frustración, todo tedio, y todos los
problemas desaparecerán. Nadie tendrá discapacidades, y nuestros cuerpos nunca
envejecerán, ni se cansarán ni se enfermarán.
¿QUÉ HARÉ EN EL CIELO?
Aunque la mayoría de nosotros entiende que el cielo
es un lugar de mucho gozo y regocijo, podemos preguntarnos qué estaremos
haciendo allá. Algunos cristianos han llegado a expresar su preocupación de que
pudiera ser aburrido.
Aunque la alabanza a nuestro Señor y Salvador será
una parte esencial de nuestra actividad, debemos tener cuidado de no verla
estrictamente desde la perspectiva de nuestra presente experiencia terrenal.
Ahora estamos viviendo en cuerpos carnales, y luchamos con nuestro
egocentrismo, pero seremos libres del egoísmo y tendremos gozo constante al
alabar al Señor. Llegará el día en que veremos las cosas como son en realidad
(1 Co 13.12). Al ver plenamente de qué nos salvó Cristo, y ver la gloria que
nos tiene preparada, no podremos evitar darle gracias y exaltarlo con gozo.
En realidad, todo lo que hagamos será un acto de
adoración. El Señor contó una parábola en Lucas 19.12-16, que enseña claramente
que recibiremos responsabilidades en el cielo conforme a nuestro grado de
fidelidad con lo que Dios nos confió en la tierra. Aun en la eternidad, somos
descritos como siervos del Señor (Ap 22.3). Nuestro servicio a Cristo comenzó
en el momento que fuimos salvos, y continuará por siempre. La reubicación en el
cielo no implicará la terminación del servicio, sino la perfección del mismo;
toda frustración, toda derrota, y toda insuficiencia que hayan acompañado a
nuestra labor desde la caída de la humanidad, serán eliminadas.
¿CÓMO PUEDO PREPARARME PARA EL CIELO?
El estar al tanto de la gloria que nos espera en la
eternidad, debe motivarnos a vivir para Cristo durante nuestro tiempo en la
tierra. Mantener una perspectiva de lo eterno nos capacita para soportar las
adversidades y el sufrimiento sin desanimarnos. Como Pablo, entenderemos que
“las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera
que en nosotros ha de manifestarse” (Ro 8.18). Cuando las dificultades de esta
vida se vuelvan agobiantes, recuerde que las únicas congojas y sufrimientos que
usted experimentará serán durante su vida terrenal, pero que el gozo del cielo
será suyo para siempre.
Mientras permanezcamos en este mundo, Dios tendrá
trabajo para nosotros. Tenemos la responsabilidad de hablar a otros del
Salvador, para que ellos, también, puedan estar con Él para siempre. De hecho,
todo lo que hagamos, debemos hacer como para el Señor (Col 3.23, 24). Nuestro
propósito debe ser vivir para Él, no para nuestros propios placeres y
ambiciones.
La conciencia de la eternidad debe motivarnos a
vivir en santidad, de modo que seamos dignos de recibir una recompensa. Cuando
estemos ante el tribunal de Cristo, no nos preocupará nuestro destino final;
pues ya fue resuelto en la cruz. Pero Él evaluará nuestras obras y nos
recompensará conforme a las mismas (1 Co 3.10-15). Quienes fueron siervos
fieles, serán recompensados con mayores responsabilidades y con el elogio del
Señor (Mt 25.20-23).
Cada día es una oportunidad que tenemos de
prepararnos para nuestro hogar eterno. Es muy fácil desviarse por las
preocupaciones de esta vida, pero lo que hagamos hoy determinará lo que
experimentaremos en la eternidad. Invirtamos nuestra vida en el servicio fiel a
Dios, el elogio de Cristo de “bien, buen siervo y fiel” será digno de cualquier
sacrificio terrenal.
¿Cómo es el Cielo?
ResponderBorrarPues, cuando Cristo REGRESE a la tierra, le preguntamos!
SEÑOR, TE DOY GRACIAS POR SER TU EL QUE GUIA MI VIDA, POR BENDECIR A MIS HIJOS MI CASA Y A MIS VEC INOS, GRACIAS SEÑOR POR TU MISERICORDIA, SEÑOR TE PIDO QUE SEAS TU TOMANDO EL CONTROL DE MI VIDA DE MIS PENSAMIENTOS, TE PIDO ESTABILIDAD EMOSIONAL, CALMA MIS NERVIOS DAME SALUD , ESPIRRITUAL, FISICA, TE NECESITO TANTO QUE NO PUEDO VIVIR SI NO TE TENGO, TE PIDO POR MI PAREJA QUE UN DÍA TOQUES ESE CORAZÓN DE PIEDRA Y LE DES PAZ Y RECONOZCA QUE SIN TI NO SOMOS NADIE QUE TU ERES EL EJE QUE NOS MUEVE A VIVIR Y POR MEDIO DE TI ES QUE LOGRAMOS LA VIDA ETERNA, TE PIDO SEÑOR QUE ME DES UN TRABAJO QUE LO NECESITO TANTO, TEN MISERICORDIA DE MI Y DE MI FAMILIA. TODO TE LO PIDO EN EL NOMBRE DE JESÚS. AMEN Y AMEN
ResponderBorrarSR. Le doy las gracias por guiarme mi camino y las gracias por su misericordia y gracias por guiarme por el camino aunque a veses hay tropiezos. Lo amo y enséñeme el camino y la verdad.
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