“UN AÑO PARA PLANEAR”
Por
Alberto H. Mottesi
“Enséñanos de
tal modo a contar nuestro días, que traigamos al corazón sabiduría”. Salmo
90:12
Mi amigo y amiga, quiero comentar acerca del año nuevo y
de las distintas impresiones que esa fecha mágica nos causa. El tránsito de un año a otro, siempre nos
provoca hondos sentimientos y graves impresiones. Nunca como en la noche del 31 de diciembre,
sentimos la realidad del paso del tiempo.
El año viejo se hunde en el incobrable mar de los
ayeres. El año nuevo se abre como una
posibilidad, como una esperanza. Hacemos
muchos planes y tomamos muchas decisiones.
Concebimos rosadas esperanzas y sinceramente decimos: “¡Feliz Año
Nuevo!”, pero entramos al año nuevo con un corazón viejo y con un alma gastada,
y con una mente petrificada en ideas y conceptos que nos han hecho fracasar en
el año viejo.
El año nuevo puede presentarse ante nosotros como un
vasto mercado donde habremos de luchar y pelear duro para vencer a los
opositores y competidores. Hay millones
de personas que desean obtener las mismas cosas que nosotros y ellos están
dispuestos a pisotearnos si caemos. La
lucha del año se parece a la lucha en un mercado.
O, el año nuevo también puede presentársenos como un gran
laboratorio, donde seguiremos estudiando el misterio de la vida. ¡La vida es tan misteriosa! ¡Tiene tantos enigmas y secretos que todavía
no comprendemos! Y para los que tienen
un espíritu curioso e investigador, el año nuevo puede parecer un laboratorio
para estudiar personas y sucesos.
Sea que el año parezca un mercado, o parezca un
laboratorio, o parezca un campo de batalla, siempre necesitamos hacer planes
precisos y sabios. Porque sin planos y
planes no es posible construir, ni edificar, ni producir nada bien hecho. Y además de planes para la vida, necesitamos
un Maestro, un Guía, un Director General con sabiduría y autoridad, para que
esos planes no fracasen.
Y ese Maestro, Guía y Director General que se nos ofrece
es JESUCRISTO, el Maestro Supremo de la vida, el Director perfecto de todos los
planes, el Salvador y Redentor. No es
posible aventurarse por la vida sin Cristo; se arriesga demasiado. ¡Hagamos de Cristo, el Dios hecho hombre, el
Dios único, eterno y viviente, nuestro Maestro y ejemplo para el año nuevo!
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